Escucho de nuevo hablar a Dora Gil de la diferencia entre el hacer adictivo y el inspirado...
¡Tan distintos!
El primero, quizás inconscientemente, es una huida... huida de mí. Del dolor que me produce sentir lo que siento y vivir lo que vivo.
Busca cubrir una carencia, una sensación de vacío... vacío de mí.
Busca reforzar una identidad, una importancia personal, que no es sino una ausencia... ausencia de mí.
El hacer que surge de aquí está cargado de expectativa, de apego a la respuesta.. porque mi identidad, lo que creo ser, depende de ello.
Y está cargado de esfuerzo... el que supone separarme de mí.
Así Dora me inspira ese viaje... o más que viaje, ya que basta este instante, ese giro... giro hacia mí.
Del hacer al ser.
Soltar ese hacer adictivo... y en ello mi identidad e importancia basada en él...
Desnudarme... y abrirme a ese vacío que no soportaba... a sentir y abrazar eso de lo que huyo... y habitar ese espacio en mi del que estoy ausente.
En una apertura al instante en toda su expresión... fuera y dentro...
Apertura que se hace entrega... rendición.
Y ahí... ahí cambia todo.
Ahí me encuentro conmigo en lo que soy sin esa identidad prefabricada...sin esa importancia que sostenía.
Ahí soy.... en una experiencia que me regala con creces lo que buscaba fuera... lo que pedía a mi hacer.
En un vacío que me descubre plenitud...
Que es Vida.
Vida que me invita a descansar.
Que experimento cómo me abraza, penetra y sostiene...
Y a la vez lo hace con todo... en una experiencia de unidad.
En una vuelta a casa... Un regreso a mí.
Y de ahí surge un nuevo hacer...
Este ya no busca ni espera nada... Es expresión pura de esa experiencia de vida... Es la Vida expresándose a través de mi.
Acción creativa... que ofrece algo nuevo.
Acción amorosa... que lo abraza todo.
Acción hermosa, honesta, ligera... desnuda.
Acción comprensiva... al surgir de un espacio que ofrece perspectiva.
Acción inspirada... que no supone esfuerzo... y que inspira lo que es... Vida.
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